Posteado por: tradelbarcelona | abril 24, 2014

No hay robots para Sant Jordi

ericlluentsantjordiAyer, a mis 27 años, me senté por primera vez detrás de una mesa decorada con una senyera (la bandera catalana con las cuatro barras rojas y fondo amarillo) para firmar libros. ‘Islàndia 2013. Crònica d’una decepció’, mi debut como cronista en formato libro, salía a la calle en un día que en Catalunya es algo más que una fiesta tradicional. Se trata de una jornada en la que el factor humano es condición sine qua non para su éxito y en la que los avances tecnológicos de las últimas décadas parecen no haber influenciado ni un poquito en el desarrollo de la celebración, al menos de forma directa. Lejos de la fama y un apellido mediático, me sentí algo parecido a un trovador del Medievo llegado a mi tierra procedente de Islandia con una historia bajo el brazo y las ganas de darla a conocer. Doce horas de contacto con los vecinos y visitantes del barrio de Gràcia de Barcelona dieron para mucho. Si por una parte es cierto que una gran mayoría aún siente cierto reparo por acercarse a conocer un proyecto pequeñito, independiente y autoeditado como el mío, no es menos cierto que cada vez son más las personas que están empezando a entender que esta será la vía de salida para muchos profesionales del sector periodístico o literario, entre otros, y que, por lo tanto, se debe tener muy en cuenta. Lo humano, lo artesano, lo fabricado con vocación e implicación personal como valor añadido en un mundo en que el éxito de un proyecto editorial, por lo general, es sinónimo de best seller, grandes masas de lectores y un factor mediático casi imprescindible.

Por la tarde, tuve el placer de firmar en Maite Libros, librería situada en la Vía Augusta, al lado de la Gala Placidia donde años atrás hubo el Caspolino, los popularmente conocidos como Caballitos de Gràcia. Allí estuve codo a codo con la reconocida escritora (y alcaldesa de Benasque, en el corazón del Pirineo aragonés), Luz Gabás. Mientras yo firmaba un libro cada diez minutos, ella recibía sin pausa a sus lectores (sobre todo mujeres) y fue en ese momento en el que llegué a la conclusión que sería extremadamente difícil diseñar un robot para Sant Jordi, una máquina, un dispositivo o una aplicación que facilitara de alguna forma aún desconocida lo esencial de este día tan curioso. Fue al ver el gesto de las apasionadas lectoras y, a menudo, paisanas de Gabás, sus recuerdos del pueblo («yo también nací y me crié en Monzón», le comentaba una seguidora) y la ilusión de conocer a aquella persona que les había susurrado mediante la escritura, noche tras noche, trayecto de autobús tras trayecto de autobús, unas historias y unos escenarios que parecían tomar vida con tan sólo un cruce de miradas, que entendí lo tremendamente humano (en el sentido más romántico de la palabra) de esta tradición catalana.

Vivimos en un mundo conectado de rincón a rincón y eso nos aporta infinidad de oportunidades, experiencias y conocimientos que serían impensables hace unas décadas. Pero precisamente porque somos participes día a día de estas nuevas formas de comunicación, redescubrir la calidez humana entre, en este caso, lector y escritor me parece una bonita forma de reivindicar la vigencia de la relaciones personales directas sin necesidad de ningún, llamémosle, robot. Hoy, a día 24 de abril de 2014, la diada de Sant Jordi me parece más necesaria que nunca.

 

Èric Lluent, periodista y responsable de comunicación de Tradel Barcelona
(Fotografía de Ismael Llopis. Visita la galería fotográfica del día de Sant Jordi realizada por Llopis en este link).


Respuestas

  1. […] La leyenda que os hemos contado vertebra la tradición del 23 de abril en Cataluña, y, por eso, históricamente, los hombres regalan rosas a las mujeres y las mujeres libros a los hombres. Actualmente, tanto hombres como mujeres regalan libros y rosas a sus parejas, puesto que, además, en Cataluña se considera también el día de los enamorados. Desde primera hora de la mañana, las calles de todos los barrios de la ciudad se llenan de enderetes de libros y rosas y muchos estudiantes de instituto o asociaciones sin ánimo de lucro venden rosas para financiar sus viajes de fin de curso o sus proyectos solidarios. La tradición también manda que ese día los escritores salgan a la calle para reunirse con sus lectores en una jornada frenética en la que firman sus libros en puntos distintos de la ciudad. Nuestro responsable de comunicación y autor de crónicas periodísticas, Èric Lluent, ya nos relató el año pasado su primera experiencia firmando libros a pie de calle en este artículo del blog de Tradel Barcelona.  […]


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