El otro día en una red social alguien publicaba algo parecido a: “¿Las vacaciones son para encontrarse a uno mismo o para huir de uno mismo?”.
Eso me da que pensar; algunos desaparecen y otros no.
Hay a los que les gusta viajar lejos del lugar en el que viven y trabajan buscando contrastes: una cultura distinta, un idioma distinto, un lugar de riesgo para los que habitan en sociedades tranquilas y un oasis de paz para los que quedan embotados del frenesí urbano. Diríamos que éstos huyen para sacudir la mente y volver renovados. Muchas veces, el sólo hecho de cambiar de idioma –en Tradel Barcelona lo saben bien– crea la ilusión en el cerebro de haber viajado a otro territorio. Algo parecido pasa cuando nos sumergimos en procesos creativos como la danza, el teatro, el canto o la literatura. Todos ellos son procesos en los que el cuerpo, la emoción y la imaginación nos acompañan de un estado a otro.
Hay otros que aprovechan el tiempo del verano para hacer todo lo que no pueden hacer a lo largo del año, para recuperar el tiempo perdido: leen todos los libros pendientes, van al cine, al teatro, cenan en terrazas, dan largos paseos o se trasladan a rincones deseados. Éstos se ocupan de sí mismos; se buscan, se reconcilian, se satisfacen.
Y de alguna manera, ambos acaban encontrándose a sí mismos, tanto los que huyen para regresar cambiados y nuevos, como los que se preocupan por recobrar el equilibrio interno.
Pero luego hay otro factor: ¿Cómo gestiona cada uno de ellos el tiempo?
¿Quién se permite cambiar el ritmo, quién da énfasis en escapar de la rutina y quién establece un nuevo horario igual de rutinario para el tiempo de las vacaciones? ¿Quién aprovecha la oportunidad de ser libre en este tiempo fuera del tiempo? ¿Quién decide dejarse llevar, olvidar lo que habitualmente “es” para dar espacio y aire a lo fresco, nuevo o esencial? ¿Quién permite recuperar la inocencia, los tesoros escondidos, lo salvaje? ¿Quién reconoce en las vacaciones la oportunidad real de ser libre?
¿Mantenemos la cadena de las obligaciones durante las vacaciones? ¿Seguimos atados a cosas que no queremos hacer? ¿Damos rienda suelta a la frase y posicionamiento ante las cosas de Bartleby, personaje de Herman Melville, con un “preferiría no hacerlo”? ¿Leemos a autores que nos hacen pensar o autores que nos entretienen durante el periodo vacacional?
Creo que, a fin de cuentas, en vacaciones, lo que uno quiere es, desde lo más hondo, en mayor o menor medida, desaparecer.
Y lo más inteligente por nuestra parte sería comprarnos una capa invisible y sumergirnos en el fondo del mar, bucear entre los peces, los caballitos de mar, las sirenas, las algas, las tintoreras y las medusas para, transcurrido un mes, volver a tierra, listos para enfrentar el día a día con más energía, decisión y lucidez.
Dejando de lado imaginativas propuestas, lo más acertado es que cada uno otorgue valor a su tiempo y a su vida y obtenga la fuerza de ser libre para hacer lo que más desee.
Desaparecer o no desaparecer. Con o sin capa. Viajar o no viajar. A lugares exóticos o a través de las pequeñas cosas. Querer o no querer. Ésa es la cuestión.
Verano. Tierra de sueños.
Tradel Barcelona les desea unas felices vacaciones.
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