Esta semana la NASA hizo público el descubrimiento de un planeta realmente similar a la Tierra. Se trata de Kepler-452b, situado a 1.400 años luz de nuestra casa y que, a día de hoy, resulta inalcanzable para los humanos. Este tipo de anuncios por parte de la agencia espacial de los Estados Unidos siempre despierta interés en sectores muy distintos de la población mundial, puesto que a cualquier persona alguna vez se le ha pasado por la cabeza la típica pregunta de si estamos solos en el universo o no. La NASA hace años que trabaja para encontrar planetas en condiciones parecidas a las nuestras, lo cual hace que mantengamos viva la esperanza de encontrar sociedades de vida inteligente semejantes a la nuestra. De momento, este tipo de relatos son más propios de la ciencia-ficción que de la “ciencia-real”, puesto que no existen evidencias ni pruebas suficientes para defender que haya vida extraterrestre y, además, que esta sea inteligente.
Cada vez que leo este tipo de noticias mi lado friki se activa. Me imagino la escena en la que por primera vez los humanos tengan contacto con otro ser vivo originario de cualquier rincón del espacio. Intento recrear la mirada de ese grupo de personas que presenciarán un momento que, de suceder, va ser el más determinante hasta la fecha de la historia de la humanidad y que puede romper por completo todos los esquemas con los que hemos crecido. Muchas películas y novelas sitúan este primer encuentro en el contexto de un conflicto armado, pero yo me imagino algo mucho más humano. Fantaseo con un encuentro en el que el miedo y la curiosidad se entremezclen, en el que los gestos torpes de unos y otros estén a la orden del día. Sueño con un primer contacto fascinante para las dos partes que sea el preludio de una relación amistosa, basada en el intercambio de conocimientos y en darle valor a una oportunidad única para la historia de ambas civilizaciones.
El siguiente paso en mi proceso creativo a la hora de imaginar el encuentro entre seres de distintos planetas es el dibujo de una sociedad en la que las dos especies convivan de forma pacífica y en la que se desarrolla cierta cotidianidad, como si compartir nuestro planeta con los extraterrestres fuera lo más normal del mundo. Deberíamos formar pilotos intergalácticos, médicos especializados en la atención extraterrestres y, por supuesto, formar a traductores e intérpretes que pudieran traducir el idioma o código con el que se comunicaran los extraterrestres al inglés o al castellano, por ejemplo. ¿Se imaginan que algún día la página web de Tradel Barcelona – Traductores Jurados y Técnicos ofreciera este servicio con total normalidad? ¿Habrá algún día traductores de idiomas que se hablen en otro planeta? Con el descubrimiento de Kepler-452b quizás estemos un poquito más cerca.
Èric Lluent, periodista y responsable de comunicación de Tradel Barcelona
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